Por: Sri Vájera Yogui Dasa - Benjamin G. Valenzuela
Es muy general la idea de que al
Dios Personal le agrada el dolor, y por esta creencia hay quienes se sacrifican
con dolorosos actos o diversos renunciamientos.
Personas por amor a Dios,
deciden no ir al cine.
¿Cree usted que a Dios le agrada que alguien vaya o no
al cine?
Peros que pueden servise un exquisito pastel, por agradar a Dios no se
lo comen. ¿
Cree usted que a Dios le complace ese deseo no satisfecho por un ser
humano?
Outras personas se ponen cilicios en el cuerpo o se martirizan con
piedrecillas en las plantas de los pies, hasta que se hacen llagas.
Otras
acuden de rodillas a una iglesia u otros sitios, hasta hacérselas sangrar,
enfermándose muchas veces por ello.
Otras peregrinan a lugares sagrados yendo a
pie desnudo, hasta que se rompen las carnes y los huesos.
Todo esto la hacen
creyendo que al Dios de la tierra le contenta el dolor.
Es una gran herejía
creer que Dios goza con el sufrimiento de sus propios hijos.
A ningún padre
normal, a ninguna madre sensata, le agrada que sus hijos pasen frío, hambre o
dolores.
A nadie realmente humano le puede agradar ver el sufrimiento del
prójimo.
Tanto es así que cuando sucede una catástrofe, se conmueven todas las
naciones y acuden a aliviar la desgracia.
¿Acaso los hombres de este mundo
terrestre, somos superiores en cualidades a Dios?
El, no puede ser inferior a
los sentimientos de bondad y amor de cualquier ser humano, Dios supera todas
las buenas cualidades de los hombres y Angeles.
Se podría creer, que el sacrificio
de aquellas personas que acuden de rodillas a un templo o iglesia, o las que se
ponen cilicios, lo hacen para fortalecer su voluntad; pero esto no debe ser
así, pues si un devoto inteligente desea tener una buena voluntad, puede y debe
recurrir a otros medios más espirituales, tales como aprender a dominar sus
pasiones, sus pensamientos, y en el caso de un discípulo su voluntad se
acrecentará mediante el esfuerzo en el cumplimiento de sus prácticas yóguicas,
sin interrupción, esforzándose por mantener una constante irradiación de paz,
alegría y amor espiritual a todos los seres.
Nosotros los Suddhas enseñamos que
el Dios de la Tierra no sólo no acepta el sacrificio del dolor, sino que lo
rechaza e inspira a través de los grandes Avataras, el servicio y socorro que
debemos brindar para aliviar todo dolor.
El Dios que dirige la evolución de
todos os seres en este mundo y su Jerarquía actuan para que todos seamos
felices, no sólo en la tierra sino también en los planos espirituales donde han
llegado muchas almas que terminaron su progreso terrestre.
Pero antes de llegar
a esos estados, nosotros estamos sujetos a una ley, la ley del “pulimento”, de
la “brillantés del alma”; nuestro espíritu tiene múltiples facetas y ellas
tienen que pulirse en todo orden, en el orden sentimental, del poder y de la
sabiduría. Nuestro espíritu tiene que dejar de ser la piedra en bruto, para
irse transformando en el diamante pulimentado, clarísimo, brillante y perfecto.
La ley que nos pule gravita sobre nosotros no para castigarmos inútilmente y
condenarnos, sino para hacernos más dignos y mejores servidores de la doliente
humanidad.
Debido a nuestra ignorancia,
faltamos muchas veces y gravemente a diversas leyes espirituales, pero
sepámosio o nó, la ley divina nos corrige para enseñarnos y llevarnos a la
perfección.
Si alguien ignorante de la ley de gravedad, se lanza desde una
torre y se quiebra brazos y piernas, ha sido porque esa ley está actuando sobre
él, aunque no lo sepa. Así, las leyes espirituales quedarán a favor o en contra
nuestra, según los actos efectuados.
El Universo está regido por Leyes Divinas
de justicia absoluta, aquí en la tierra y en el más allá.
Nosotros, muchas
veces nos quejamos de nuestra mala suerte en esta vida, y sólo es porque
ignoramos el karma escogido por sí mismo o los malos actos que hemos realizado
en otras existencias.
Según la palanca que vayamos moviendo, pondremos en
marcha diversos mecanismos espirituales, que nos harán recoger el merecido
fruto de nuestros errores o lo que nuestra sabiduría haya sembrado.
Los bienes que la vida y nuestros
sanos esfuerzos nos deparen, hacemos bien en disfrutarios sanamente, porque son
el premio o fruto de nuestras acciones buenas e inteligentes; pero el lujo y la
riqueza lograda a cambio del dolor y sufrimiento ajeno, es causa de castigos
automáticos de las leyes de Dios.
Todo lo que a nosotros nos trae placer por
medio del dolor ajeno e injusto, es sancionado.
Por outra parte, aunque sean
muchos los bienes que tengamos, si los sabemos administrar justamente, seremos
bendecidos por la Divina Jerarquía, pero si nos apartan de la vida espiritual y
nos arrastran al egoísmo de la vida mundana, todas las cosas que nosotros
amamos nos acarrearán inquietudes, dolores y por último nos serán quitadas por
los Vigilantes ocultos que dirigen la evolución humana.
Cuando recibamos un
bien, tenemos que usario en beneficio del mayor número de personas, es una Ley
de la Jerarquía Divina.
Debemos estar prontos a socorrer a todo aquel que lo
necesite, al hermano, al amigo, al padre, a la madre u otros.
Por una causa superior
hay que estar sinceramente dispuesto a dar, aunque cueste sacrificios. “Un
sacrificio es útil cuando le produce un bien a alguien o a la colectividad”, de
nada sirve sacrificarse si no beneficiamos a nadie.
Todo sacrificio debe estar
inspirado por un puro y desinteresado amor, cuidando de no prejudicar a otras
personas con nuestro proceder.
Si estimamos que necesitamos
purificación, debemos actuar brindando los mayores bienes posibles a quienes
juzguemos meritorios; y dejar de creer que los sacrificios dolorosos e inútiles
agradan al Dios Planetario pensando que así nos purificamos y Dios perdona
nuestras faltas.
¡Los sacrificios deben ser
ejecutados sin egoísmo, deben brotar espontáneamente del corazón, llenándonos
el acto en sí mismo de goce espiritual!
¡Recibiendo el premio puro del placer
que siente nuestro corazón por el servicio cumplido!