terça-feira, 6 de novembro de 2012

LOS SACRIFICIOS INUTLES O EGOISTAS


Por: Sri Vájera Yogui Dasa - Benjamin G. Valenzuela   

Pintura de Sri Vájera Yogui Dasa 

Es muy general la idea de que al Dios Personal le agrada el dolor, y por esta creencia hay quienes se sacrifican con dolorosos actos o diversos renunciamientos. 

Personas por amor a Dios, deciden no ir al cine. 

¿Cree usted que a Dios le agrada que alguien vaya o no al cine?

 Peros que pueden servise un exquisito pastel, por agradar a Dios no se lo comen. ¿

Cree usted que a Dios le complace ese deseo no satisfecho por un ser humano?

 Outras personas se ponen cilicios en el cuerpo o se martirizan con piedrecillas en las plantas de los pies, hasta que se hacen llagas.

 Otras acuden de rodillas a una iglesia u otros sitios, hasta hacérselas sangrar, enfermándose muchas veces por ello. 

Otras peregrinan a lugares sagrados yendo a pie desnudo, hasta que se rompen las carnes y los huesos. 

Todo esto la hacen creyendo que al Dios de la tierra le contenta el dolor.

 Es una gran herejía creer que Dios goza con el sufrimiento de sus propios hijos. 

A ningún padre normal, a ninguna madre sensata, le agrada que sus hijos pasen frío, hambre o dolores. 

A nadie realmente humano le puede agradar ver el sufrimiento del prójimo.

 Tanto es así que cuando sucede una catástrofe, se conmueven todas las naciones y acuden a aliviar la desgracia. 

¿Acaso los hombres de este mundo terrestre, somos superiores en cualidades a Dios?

 El, no puede ser inferior a los sentimientos de bondad y amor de cualquier ser humano, Dios supera todas las buenas cualidades de los hombres y Angeles.

Se podría creer, que el sacrificio de aquellas personas que acuden de rodillas a un templo o iglesia, o las que se ponen cilicios, lo hacen para fortalecer su voluntad; pero esto no debe ser así, pues si un devoto inteligente desea tener una buena voluntad, puede y debe recurrir a otros medios más espirituales, tales como aprender a dominar sus pasiones, sus pensamientos, y en el caso de un discípulo su voluntad se acrecentará mediante el esfuerzo en el cumplimiento de sus prácticas yóguicas, sin interrupción, esforzándose por mantener una constante irradiación de paz, alegría y amor espiritual a todos los seres.

Nosotros los Suddhas enseñamos que el Dios de la Tierra no sólo no acepta el sacrificio del dolor, sino que lo rechaza e inspira a través de los grandes Avataras, el servicio y socorro que debemos brindar para aliviar todo dolor.

 El Dios que dirige la evolución de todos os seres en este mundo y su Jerarquía actuan para que todos seamos felices, no sólo en la tierra sino también en los planos espirituales donde han llegado muchas almas que terminaron su progreso terrestre. 

Pero antes de llegar a esos estados, nosotros estamos sujetos a una ley, la ley del “pulimento”, de la “brillantés del alma”; nuestro espíritu tiene múltiples facetas y ellas tienen que pulirse en todo orden, en el orden sentimental, del poder y de la sabiduría. Nuestro espíritu tiene que dejar de ser la piedra en bruto, para irse transformando en el diamante pulimentado, clarísimo, brillante y perfecto. 

La ley que nos pule gravita sobre nosotros no para castigarmos inútilmente y condenarnos, sino para hacernos más dignos y mejores servidores de la doliente humanidad.

Debido a nuestra ignorancia, faltamos muchas veces y gravemente a diversas leyes espirituales, pero sepámosio o nó, la ley divina nos corrige para enseñarnos y llevarnos a la perfección. 

Si alguien ignorante de la ley de gravedad, se lanza desde una torre y se quiebra brazos y piernas, ha sido porque esa ley está actuando sobre él, aunque no lo sepa. Así, las leyes espirituales quedarán a favor o en contra nuestra, según los actos efectuados. 

El Universo está regido por Leyes Divinas de justicia absoluta, aquí en la tierra y en el más allá. 

Nosotros, muchas veces nos quejamos de nuestra mala suerte en esta vida, y sólo es porque ignoramos el karma escogido por sí mismo o los malos actos que hemos realizado en otras existencias. 

Según la palanca que vayamos moviendo, pondremos en marcha diversos mecanismos espirituales, que nos harán recoger el merecido fruto de nuestros errores o lo que nuestra sabiduría haya sembrado.

Los bienes que la vida y nuestros sanos esfuerzos nos deparen, hacemos bien en disfrutarios sanamente, porque son el premio o fruto de nuestras acciones buenas e inteligentes; pero el lujo y la riqueza lograda a cambio del dolor y sufrimiento ajeno, es causa de castigos automáticos de las leyes de Dios. 

Todo lo que a nosotros nos trae placer por medio del dolor ajeno e injusto, es sancionado.

 Por outra parte, aunque sean muchos los bienes que tengamos, si los sabemos administrar justamente, seremos bendecidos por la Divina Jerarquía, pero si nos apartan de la vida espiritual y nos arrastran al egoísmo de la vida mundana, todas las cosas que nosotros amamos nos acarrearán inquietudes, dolores y por último nos serán quitadas por los Vigilantes ocultos que dirigen la evolución humana. 

Cuando recibamos un bien, tenemos que usario en beneficio del mayor número de personas, es una Ley de la Jerarquía Divina. 

Debemos estar prontos a socorrer a todo aquel que lo necesite, al hermano, al amigo, al padre, a la madre u otros.

 Por una causa superior hay que estar sinceramente dispuesto a dar, aunque cueste sacrificios. “Un sacrificio es útil cuando le produce un bien a alguien o a la colectividad”, de nada sirve sacrificarse si no beneficiamos a nadie.

 Todo sacrificio debe estar inspirado por un puro y desinteresado amor, cuidando de no prejudicar a otras personas con nuestro proceder.

Si estimamos que necesitamos purificación, debemos actuar brindando los mayores bienes posibles a quienes juzguemos meritorios; y dejar de creer que los sacrificios dolorosos e inútiles agradan al Dios Planetario pensando que así nos purificamos y Dios perdona nuestras faltas.

¡Los sacrificios deben ser ejecutados sin egoísmo, deben brotar espontáneamente del corazón, llenándonos el acto en sí mismo de goce espiritual! 

¡Recibiendo el premio puro del placer que siente nuestro corazón por el servicio cumplido!